Tuesday, September 19, 2006

BONARIALIVE: EL ISLAM ES PAZ Y AMOR.


El nombre de nuestra religión es Islam.

Islam significa paz. El Islam nos enseña a vivir en paz; en paz con nuestro Creador, en paz con nuestros semejantes y en paz con nosotros mismos.

PAZ CON DIOS

Paz con Dios implica que nos sometemos com­pletamente a nuestro Amado y Amante Creador. Dios dice a nuestro Santo Profeta Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él, en el Sagrado Corán:

«Di, me he sometido completamente a Al-lah y he consagrado todas mis facultades físicas, mentales y espirituales para obtener Su agrado».

Esta es la esencia del Islam. Estar en completo acuerdo y ar­monía con Al-lah, el verdadero Dios, obedecer Su voluntad y estar dispuesto a renunciar a todo por Su causa. El Sagrado Corán dice:

«Quien someta totalmente su voluntad a Al­lah y siga el camino recto, obtendrá sin duda su recompensa en su Señor. Esta gente no será presa del temor ni se afligirá».

PAZ CON EL PRÓJIMO

La paz con el prójimo, según el Islam, es tan importante como la paz con Dios. Los eruditos musulmanes y los sufis han expuesto esta verdad a su manera. Dicen que los seres humanos son hijos de Al­lah, y así como no podéis complacer a un padre o una madre lastimando a sus hijos, tampoco podréis agradar a Al-lah si lastimáis o perturbáis a vues­tros semejantes.

El Santo Corán ordena:

«No creáis disturbios en la tierra después de haber sido reformada» y «Recordad que Dios no ama a los agresores».

Nuestro Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, y sus compañeros tuvieron que padecer toda clase de crueldades y persecuciones durante 13 años en la Meca, pero él nunca se vengó ni se tomó la jus­ticia por su mano. Mientras vivió bajo el dominio de los habitantes de la Meca, siguió estrictamente las leyes de la tribu y cuando Dios le concedió poder en Medina, in­trodujo la ley del Islam. Contrariamente al con­cepto erróneo general, el Islam es la Religión de Paz para toda la humanidad.

Hay quienes aún mantienen la equívoca im­presión de que el Islam es la religión de la espada y que justifica la agresión. Hasta hace poco, ha sido ésta la principal objeción de Occidente hacia el Islam. Pero gracias a la literatura Ahmadía, cada vez mayor número de estudiosos occidentales se está dando cuenta del hecho de que las primeras ba­tallas del Islam fueron puramente defensivas. La historia nos relata que los Quresh de Meca persi­guieron a los conversos al Islam sin la menor piedad, privándoles de los más elementales dere­chos humanos. Durante 13 largos años, atacaron su honor, vida y propiedades sin recibir respuesta alguna de los musulmanes. Para acabar con todo, planearon asesinar al mismo Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, cercando su casa con este fin. Pero el Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, logró escapar al abrigo de la oscuridad. Abandonó su muy ama­da ciudad y llegó a Medina bajo la milagrosa pro­tección de Dios Todopoderoso.


Después de 13 años de extremados tormentos, torturas y aflicciones, se concedió permiso a los mu­sulmanes para luchar en defensa propia. Este es el versículo del Sagrado Corán que fue revelado al Santo Profeta, la paz sea con él, a este respecto: «Se permite la lucha a aquellos a quienes se hace la guerra, y Al-lah, en verdad, es poderoso para ayudarles... Son quienes fueron expulsados de sus hogares injustamente sólo porque afirmaron «nuestro Señor es Al-lah». Si Al-lah no refrenara la agresión de unos contra otros, habrían sido destruidos monasterios, iglesias, sinagogas y mezqui­tas donde el nombre de Al-lah es frecuentemente celebrado» (22: 40-42).


El Sagrado Corán ordena a los musulmanes «luchar sólo contra quienes os combaten y nunca excederse. Porque Al-lah no ama a los agresores».

Es irónico, sin embargo, que los eruditos occi­dentales hayan caracterizado a estas primeras gue­rras defensivas islámicas como de «sumamente ofensivas».

El Sagrado Corán no es sólo un Libro Reve­lado, sino también la más auténtica crónica de la historia, según fue conformándose. Incluso el Corán sostiene que los primeros musulmanes sentían gran aversión hacia la guerra, pero que fueron for­zados a luchar en defensa propia. El siguiente ver­sículo coránico describe claramente el incidente: «¿Por qué no lucháis contra los que violaron sus juramentos, tramaron expulsar al Santo Profeta de su hogar e iniciaron hostilidades contra vosotros?».

El Santo Profeta y los musulmanes nunca fue­ron culpables de agresión hacia nadie. Les repelía luchar incluso en defensa propia. Sin embargo, se les ordenó rechazar a los agresores y obedecieron las instrucciones espléndidamente, ocasionando una aplastante derrota a los Quresh y conquistando la Meca finalmente.

La conquista de la Meca se planeó con una única estrategia, con el fin de evitar derramamiento de sangre. Ninguna vida, incluso del más enconado enemigo, debía ser destruida, ni dañada ninguna propiedad cualquiera que fuese. Sin duda alguna, los «diez mil santos timoratos», los soldados del Islam, entraron en la ciudad de Meca de muy dis­tinto modo a como acostumbran los ejércitos que conquistan e invaden ciudades enemigas.

Este ejército de «Santos timoratos» (Deut. 33: 1) entró en la fortaleza de la Meca bajo el mando del Santo Profeta Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sea con él, y no se presenció ningún asesinato o saqueo, ni se cometieron raptos o matanzas. En muy alta voz se difundió la siguiente proclamación:

QUIEN ENTRE EN LA SAGRADA MEZQUITA NO SERÁ LASTIMADO.

QUIEN ENTRE EN EL PATIO DE ABU SUFIAN (un encarnizado enemigo y el comandante de los habitantes de Meca) NO SERÁ LASTIMADO.

QUIEN SE REFUGIE BAJO LA BANDE­RA DE BILAL NO SERA LASTIMADO.

QUIEN PERMANEZCA EN SU PROPIA CASA NO SERÁ LASTIMADO.

QUIEN ARROJE LAS ARMAS NO SERÁ LASTIMADO.

Este resonante anuncio fue oído en las mis­mas calles que presenciaron las brutales torturas sobre los primeros musulmanes.

Los líderes de Meca, que en un pasado tan próximo fueron sus más crueles enemigos, se acer­caron a él en penosa humillación temiendo un severo castigo como represalia. Pero todo cuanto dijo el Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, fue:

«NO RECIBIRÉIS CASTIGO ALGUNO NI HABRÁ REPRESALIAS EN ESTE DÍA».

La historia mundial adolece, por desgracia, de tan noble ejemplo de perdón.

PAZ CON UNO MISMO

El tercer aspecto de paz en el Islam -paz con uno mismo- no es menos importante. El Sagrado Corán lo describe como «el alma en paz». El alma humana, creada por Dios, ha sido implantada con un fuerte deseo, un anhelo de buscar a su Creador, de encontrarle y amarle con la máxima capacidad. Para alcanzar la verda­dera paz consigo mismo es esencial satisfacer este ansia natural e innata pasión. El hombre no puede estar realmente en paz consigo mis­mo -realmente contento y satisfecho de sí mismo y de su existencia- a menos y hasta que haya en­contrado la paz verdadera en Dios y alcanzado el estado de «el alma en completa paz».


HAZRAT MIRZA MASRUR AHMAD, JALIFATUL MASIH V.

Biografia:

Hazrat Mirza Masrur Ahmad (nacido en 1950 en Rabwah, Pakistán) es el Jefe Supremo espiritual de los aproximadamente doscientos millones de musulmanes áhmadis que viven en 176 países del mundo. Es bisnieto y quinto Jalifa (Suce­sor) elegi­do de Haz­rat Mirza Ghulam Ahmad, el Fundador de la Ya­maat Inter­nacional Ahmadía en 1889. Hazrat Mirza Masrur Ahmad cuyo tí­tulo oficial es el de Jalifatul Masih V lidera la agrupación misione­ra más diná­mica del Islam. Dirige los planes y programas para la expansión de la religión islámica alrededor del mundo.

Posee un profundo conocimiento del Santo Corán, la Biblia y otras escrituras religiosas del mundo. Ha impulsado la cooperación, respeto y tolerancia mutua entre todas las creencias. Es un de­fensor de la causa del Islam y cree firmemente que prevalecerá sobre todas las demás religiones a través de la oración, la razón y por virtud de su belleza intrínseca. Rechaza tajantemente la violencia en nombre de la religión y afirma que el pro­pósito original de la religión es unificar a la humanidad a tra­vés del amor, aunque haya sido erróneamente em­pleada, en ocasiones, para exten­der el terror.

Orador destacado, sus sermones de los viernes que comprenden los aspectos contemporáneos morales, espiri­tuales y sociales son emitidos a través de la cadena de televisión MTA Internacional a todos los áhmadis musulmanes del mundo, que reciben guía e instrucción a través de ellos.

El 22 de abril de 2003, al fallecer Hazrat Mirza Tahir Ahmad, Jalifatul Masih IV, Hazrat Mirza Masrur Ahmad fue elegido al cargo de Jalifatul Masih V.

Persona extremadamente disciplinada y con gran capacidad de trabajo ha ocupado distintos cargos de responsabilidad en la estructura administrativa de la Comunidad en el Pakistán. Desplegando una actividad muy intensa, supervisa perso­nal­mente proyectos a escala mundial para la educación reli­giosa y moral, y cuida del progreso de sus seguidores en el perfecciona­miento de las prácticas islámicas. Se halla ocupado activamente en la construcción de nuevas mezquitas y centros misionales islá­micos en los países no musulmanes. Bajo su liderazgo, se han completado en gran medida los esfuerzos para concluir la traducción del Santo Corán a las principales lenguas del mundo. Ha iniciado asimismo proyectos para publicar y distribuir la literatura islámica a escala global. Ha tomado un especial interés en defender la dignidad de la mujer en el Islam motivando a las mujeres áhmadis a participar activamente en las tareas de la Comunidad, a perfeccionar su educación y moral y a convertirse en ejemplos del Islam en todo el mundo.

Casado y con dos hijos, es licenciado en Economía Agrícola y ha dedicado una parte importante de su vida al servicio de los pobres de África. Fue director y fundador de las Escuelas Secundarias de Sagala y Essarkyir en Ghana (Africa Occidental ) donde trabajó como educador a lo largo de 6 años al servicio de las comunidades locales. De igual manera y durante dos años dirigió un gran proyecto agrícola experimental en Depali que permitió por primera vez la plantación y desarrollo de cereal de trigo en Ghana permitiendo al país la recolección de cosechas asequibles y preparando el terreno de la autosuficiencia en materia económica. Los sucesivos presidentes de este país africano han ensalzado repetidamente a la Comunidad Ahmadía por estos servicios desinteresados que han revolucionado la economía del país.