Thursday, September 14, 2006

BONARIALIVE: EL MUNDO CON OTROS OJOS.

Al hombre lo guía la conciencia. También lo guía la inconciencia. La conciencia admite alianzas hermanadas que la enriquecen, tal el caso de su nexo con la fantasía. La inconciencia, en cambio, es cerrada, absoluta. Cuando al hombre lo guía la conciencia, los tiempos y los lugares carecen de mediciones y superficies. El tiempo es medida. El lugar superficie.

La medición temporal señala el verano o el invierno. La conciencia no necesita el verano ni el invierno para ser conciencia. La inconciencia se vale de las medidas y las superficies. Señala tiempos y lugares. De este modo consigue estados anímicos que la impulsan. La conciencia, sin más liga que la fantasía, no se hace a los tiempos porque se encarga de ser ella misma el tiempo y el lugar.

Al hombre, cuando el hombre tiene conciencia y la conciencia se adhiere a las maravillas de las fantasía, todas las cosas le son queribles, las asume, las exalta, las viste con ropaje de metáforas, las contempla, las comprende aún sin justificarlas. Al hombre de la inconciencia, por el contrario, todas las cosas han de serle elementos naturales sistemáticos.

El tiempo en la conciencia es acento lírico. Por esto las dimensiones resultan infinitas. Si se ha de hablar de tiempo al considerar la conciencia, la conciencia misma es tiempo. Un tiempo cósmico. Caben en su amplio abanico los colores y los sonidos, la armonía, el canto, la música, todos los himnos, el ala, el trino, la paloma y el olivo.

Este magnífico ser cubre todos los tramos, sobrepasa los límites, es universal. Tanto va como viene por distintos planos. Viene o va con la transparencia de las lluvias sobre la espiga y el racimo, o va y viene con el ondulante viaje de los ríos, con el viento en la falda de los valles y las serranías. Este ser libre va y viene por las frías palmas del cemento, por los vidrios, los aluminios, la luna de los voltios, el sol de los calefactores, con la lluvia manchada de hollín y el lenguaje muerto de las rejas. Supera las opacidades.

Lo otro, la inconciencia, no va ni viene. Procura dimensiones, climas, etapas. Prefiere el desequilibrio. No despeja la bruma. Se confunde con ella. No advierte pájaros ni grillos. Ignora la contemplación. Deja de lado la reflexión, obedece al impulso. No tiene poder evocativo. No tiene memoria. Tiene fechas, números, sumas, restas.

La conciencia y los hilos abstractos de la imaginación guardan, lloran y cantan soledades, silencios, alegrías, pesares, encantamientos, aromas, colores. Por aquí andan los niños del mundo, los ancianos, el éxito y la frustración. Aquí no caben acentos negativos. Aquí habita la luz. Los silencios y las soledades son pausas meditativas. No exasperan.

Que lo malo, lo lindo, lo feo han de hallarse en algún lugar o en un tiempo, será o no así. Lo más cierto es que las geografías y los espacios temporarios no juegan en el marco de los ensueños, ni en el de los cantos, ni en el de las armoniosas exaltaciones, ni el color ni en el sonido del cosmos.

Si en el camino que ando estuvieran las formas, las dimensiones, por saberme con conciencia y fantasía, las uniría, haría de ellas una escalera, alta, sólida, segura, cálida. Iría por sus peldaños hacia las alturas hasta trepar el cielo y robarle una estrella.