Monday, February 04, 2008

PAYASOS TRISTES.-

CAPÍTULO 16 de ADOLESCENCIA Y RESILIENCIA
Ed PAIDOS 2007
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RESILIENCIA EN LA CIUDAD PREVENTIVA

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Dr. Guillermo Fernández D’Adam
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“Estamos en una nueva crisis de civilización, no se puede ver el mundo inmediato, hay una resistencia en la sociedad civil hacia la incertidumbre y es necesario una política de civilización de las ciudades que requiere voluntad y compromiso, para lograr redireccionar la fe y la esperanza comunitaria” (Edgar Morin).
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Introducción
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Frente al problema de la violencia social, las drogas, el alcoholismo y las enfermedades asociadas, como el SIDA, y a partir de determinadas consecuencias ligadas a estos fenómenos, como accidentes, abusos sexuales, malos tratos, homicidios, suicidios, peleas, delitos y criminalidad organizada, proponemos consolidar la estrategia de Prevención Integral Comunitaria a través del proyecto “Ciudad preventiva”. La creciente magnitud de estas graves problemáticas nos impulsó a diseñar y poner en marcha este proyecto, en el que incluimos la conceptualización y operatividad de modelos de acción que tienen a la resiliencia como estrategia fundamental, con un esquema metodológico que puede ser aplicado en provincias, ciudades, pueblos, barrios, escuelas, clubes, etc. Así, desde la Universidad del Salvador hemos comenzado a implementar este proyecto en municipios de la Provincia de Buenos Aires, Tierra del Fuego, Formosa, Santa Fe y Prefeituras del Estado de Río de Janeiro en Brasil (Volta Redonda, Nova Frisburgo, Sao Sebastiao).
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En este trabajo se hará, en primer lugar, un breve recorrido teórico sobre el concepto de resiliencia aplicado a la comunidad; luego se expondrán las características del proyecto de ciudades preventivas que se ha diseñado y se está llevando a cabo.
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La resiliencia comunitaria
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“Resiliencia se entiende como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas" (Edith Grotberg, 1998) a partir de recursos internos de ajuste y afrontamiento, innatos o adquiridos, y que permiten neutralizar o sobreponerse a determinadas situaciones, y además salir enriquecido de la experiencia.
Este concepto inicial referido al hombre puede transferirse a grupos humanos, de este modo se denominaría resiliencia comunitaria a la capacidad de las poblaciones para enfrentar las adversidades de crisis y/o eventos nefastos sociales, neutralizarlos, superarlos y también quedar fortalecidas, transformadas y capitalizadas positivamente a partir de la experiencia.
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La comunidades enfrentan problemas sociales de todo tipo. Son más frecuentes los económicos, ligados a la desocupación y la pobreza, pero también la violencia social, la inseguridad ciudadana, las drogas, el alcohol, etc. Estas situaciones y sus emergentes provocan daños que se pueden traducir en una patología socio-comunitaria que puede llevar al caos, la desestabilización social, el miedo civil y hasta la parálisis de una población.
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Frente a estas situaciones problemáticas, la comunidad puede desarrollar el “escudo protector” de la resiliencia y llevar adelante acciones para contener, procesar, neutralizar y superar las adversidades, y al mismo tiempo constituirse en una comunidad en activa resistencia, en búsqueda del equilibrio y del beneficioso mejoramiento del campo social para enriquecer la calidad de vida de sus habitantes.
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La prevención comunitaria, a través de la promoción de la salud, se beneficia enormemente con la aplicación del concepto de resiliencia comunitaria, que “abre una luz de esperanza para nuestras poblaciones en la lucha contra la pobreza, la inseguridad, el desempleo y la injusticia” (Suárez Ojeda, 2002), caldos de cultivo y de proliferación de las problemáticas y patologías psicosociales (adicciones, alcoholismo juvenil, violencia, SIDA, etc.).
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El proceso de capacitación a los pueblos para que prevengan, controlen y mejoren la salud se inicia en la llamada “Prevención primordial” que actúa sobre los factores institucionales fortaleciendo las condiciones positivas para lograr el mejor desarrollo humano y la maduración en procesos comunitarios.
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Las comunidades, por su parte, también pueden producir o activar fenómenos de protección que, junto a la disminución de los factores de riesgo, componen el “Modelo del desafío” ante las problemáticas psicosociales.
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Factores de riesgo y protección
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En la actualidad se han identificado múltiples factores de riesgo y protectores que se asocian, en muchos casos, con el uso de drogas, porque pueden afectar o favorecer el adecuado desempeño del individuo y una vida libre de drogas. La noción de factores de riesgo designa todas aquellas condiciones físicas, psicológicas y sociales que incrementan significativamente las posibilidades de que un individuo transite por el uso de sustancias. La expresión factores protectores señala todos aquellos factores asociados con una menor probabilidad de uso de sustancias.
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Factores de riesgo: hablamos de factores de riesgo individuales y de un riesgo social. El riesgo individual comprende la predisposición genética, la edad y el género, una menor percepción de peligro, la impulsividad, la hostilidad, las actitudes de rebeldía, el deterioro o el déficit de habilidades sociales, el abandono de la escuela, la prevalencia de una conflictiva familiar aguda, la deprivación social y económica de la familia, la inconsistencia de las normas de convivencia familiar, etc. Por otro lado, los factores de riesgo sociales involucran, por ejemplo, el fracaso escolar, la falta de una política escolar clara con respecto a las drogas, la influencia negativa del grupo de pares, la tolerancia social ante el uso de sustancias, la pobreza, el debilitamiento de vínculos comunitarios, la exclusión de los servicios, la ausencia de oportunidades prosociales, la estigmatización de algunas comunidades, la existencia del narcotráfico y redes de criminalidad.
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Factores de protección: están relacionados con la resiliencia y postulan que todos los seres humanos nacen con la capacidad para hacer frente a las demandas de su medio, para desarrollar habilidades sociales y comunicativas, conciencia crítica, autonomía y propósitos para el futuro, pero que estas habilidades tienen características individuales y, ante un cúmulo excesivo de adversidades, pueden no estar presentes. (la resiliencia es del orden del estar más que del ser). La adquisición y el desarrollo de estas habilidades durante la infancia y la adolescencia requiere, sin duda, la intervención y el apoyo de los adultos (especialmente de los padres y los maestros).
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Ambientes que favorecen la resiliencia
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El efecto protector de los factores expuestos depende de su interacción con el medio, dado que bajo determinadas circunstancias y en diferentes estadios de la vida pueden perder su efecto de resistencia. Sin embargo, cuando las características individuales y las variables protectoras del medio interactúan coordinadamente, pueden promover un desarrollo sano y positivo, independientemente de las dificultades y adversidades. Uno de los factores protectores primordiales es el apoyo de los otros, incluyendo los miembros de la familia nuclear o extensa, maestros, grupo de pares, prestadores de salud, vecinos, etc.
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También las familias pueden ser consideradas resilientes cuando son capaces de afrontar la adversidad o los montos significativos de tensión, desarrollando su fuerza colectiva para responder a los cambios futuros.
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Las condiciones familiares asociadas con una respuesta resiliente incluyen: la estabilidad, la cohesión, la flexibilidad y la comunicación. Otros atributos son la adaptabilidad y disponibilidad de apoyo interno y externo, tanto de la familia extensa como de amigos u otros agentes.
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La comunidad resiliente
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En la comunidad, los individuos comparten ámbitos de experiencia y actúan recíprocamente, lo cual propicia la oportunidad de adquirir atributos propios de la resiliencia. Entre los principales factores promotores de la resiliencia comunitaria podemos enfatizar la conformación de redes sociales solidarias, el apoyo mutuo, la intersectorialidad, el orgullo de la pertenencia, las expectativas colectivas de éxito ante los desafíos, el trabajo voluntario y una actitud predominantemente optimista con un nivel básico y genuino de participación.
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La construcción de la resiliencia se ha simbolizado con un esquema que Vanistendael denominó “la casita”. Sintetiza los elementos básicos para “edificar” la resiliencia comunitaria ante un desastre o una calamidad, que produce dolor y pérdida de vidas y recursos. En estos casos habitualmente se genera un efecto movilizador de las capacidades solidarias que permite reparar los daños y seguir adelante. A partir de aquí se establecieron los pilares fundamentales de la resiliencia comunitaria (Suárez Ojeda, 2001):
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• Identidad cultural (sentido de la propia cultura)
• Autoestima colectiva (satisfacción por la pertenencia)
• Vida cultural (costumbres, valores, folclore, etc.)
• Democracia activa y honestidad estatal (en lo cotidiano)
• Jerarquización de valores éticos (presencia de moralidad, prácticas religiosas, espiritualidad)
• Salutogénesis (actitud de generar salud-prevención) y humor social
• Promoción las actividades físicas y deportivas
• Distribución equitativa de bienes y servicios
• Participación ciudadana con liderazgos de gestión
El siguiente esquema de “la casita” ha sido modificado (Fernández D’Adam, 2003), adaptándolo a los pilares anteriores.
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(2003 ) adaptándolo a la construcción de la resiliencia comunitaria según los pilares descriptos. de la misma.
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Los modelos actuales para la prevención
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Todos debemos participar en la prevención, incluyendo a padres, educadores, religiosos, compañeros de trabajo, políticos, legisladores, medios de comunicación, etc. Para implementar acciones nos interesa tener en cuenta tres tipos de modelos en prevención: ecológico, biopsicosocial y de competencia.
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Modelo ecológico: entiende al individuo en interacción con su ambiente. Interviene en el contexto para conseguir una mejora de la calidad de vida de la gente, potenciando las características personales (factores protectores) y las interacciones grupales en los distintos niveles.
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Modelo biopsicosocial: ofrece una definición del conjunto de causas que subyacen al comportamiento vulnerable de la comunidad, que permitirá reducir los factores de riesgo y estimulará la participación social como recurso privilegiado de la prevención.
Modelo de competencia: enfatiza lo positivo de la salud y los recursos comunitarios que promueven comportamientos más salutógenos con desarrollo cognitivo, destrezas conductuales y socioemocionales que permiten vivir una vida de mayor bienestar.
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Desarrollo del proyecto “Ciudades preventivas”
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“Solo será posible desarrollar una estrategia preventiva eficaz si por un lado se crean las condiciones de posibilidad para el desarrollo de políticas capaces de imaginar y percibir futuros posibles y si, por otra parte, se genera capacidad de articular el conocimiento con el protagonismo de la sociedad civil y la responsabilidad gobernante” (R. Motta).
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Las experiencias que estamos realizando desde la Universidad del Salvador –que involucran la formación de recursos humanos, planificación, asesoramiento y supervisión de los programas diseñados en el marco del proyecto “Ciudades preventivas”– tienen como eje tanto la activación como el fortalecimiento de la resiliencia comunitaria.
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La Organización Panamericana de la Salud, por su parte, ha creado una serie de criterios para una ciudad salutógena (en la década del noventa) que ha dado lugar a las estrategias –centradas en la salud– denominadas “Municipios saludables”, estrategias que se suman y/o complementan a las propuestas en este trabajo.
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Vivimos en una sociedad de incertidumbre y de riesgo que se puede transformar en una sociedad de protección gracias a la participación organizada de la comunidad y a la formación de redes solidarias locales. Para esto es fundamental la existencia de políticas públicas o iniciativas comunitarias locales que, articuladas con la presencia de técnicos y profesionales, tengan como objetivo idear estrategias que tiendan al reforzamiento del capital social y humano de la población.
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Las condiciones de vida de una población, entonces, pueden mejorar en función del desarrollo comunitario. Es necesario, no obstante, que las acciones programadas se adapten a los requerimientos de las personas e instituciones; así se deberán caracterizar por:
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• La participación de la comunidad y sus órganos sociales.
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• El compromiso de los políticos y las administraciones municipales.
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• El uso equilibrado y coordinado de los recursos existentes (técnicos, profesionales, ONGs, organizaciones de servicio, infraestructura física e institucional).
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• La puesta en marcha de un programa de “Ciudad preventiva” para las patologías sociales, que puede iniciarse a través de cualquiera de los tres grandes protagonistas (la comunidad, los políticos o administradores, las ONGs), pero cuyo objetivo debería ser el complementarse y potenciarse para construir la integración institucional e interinstitucional indispensable para el desarrollo y la continuidad del proyecto.
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Así se generará un modelo cooperativo-organizacional, diseñado para enfrentar la complejidad de las problemáticas, en el que participarán instituciones del Estado, organizaciones no gubernamentales y la comunidad.
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La promoción de la salud también se debe abordar desde una nueva perspectiva, dándole prioridad social y política, motivando y exigiendo el trabajo por la equidad, el empleo, la vivienda y la paz, condiciones indispensable en el marco del desarrollo comunitario social.
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Objetivos del proyecto
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Los objetivos generales del proyecto “Ciudades preventivas” son: enfrentar la patología psicosocial, promover la salud ciudadana, mejorar la calidad de vida de la población, transmitir tecnología científica para la prevención, lograr máxima integración y coordinación de las organizaciones, potenciar el desarrollo comunitario, y diseñar planes locales de acciones preventivas y asistenciales.
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En cuanto a los objetivos específicos, se pretende: propiciar y favorecer el desarrollo comunitario local en todos los ámbitos de la sociedad a través de intervenciones preventivas, enfatizando la activación de la resiliencia ciudadana; generar respuestas a las demandas asistenciales y preventivas pertinentes a partir de las necesidades genuinas; formar líderes e instituciones especializados en participación preventiva y estrategias de acción; y poner en funcionamiento el plan comunitario integral de prevención de las patologías psicosociales.
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Para alcanzar los objetivos mencionados anteriormente, se deben llevar adelante las siguientes actividades:
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• Capacitar y articular los sectores de la administración pública, los grupos técnicos de cada sector y/o región geográfica, y diversas organizaciones y líderes de la comunidad.
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• Formar a distintos sectores de la comunidad en la prevención específica y no especifica.
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• Llevar a cabo jornadas para la integración, fortalecimiento y coherencia en postulados claves del programa dirigidas a los técnicos institucionales y a las ONGs participantes.
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• Realizar tareas de investigación participativa para los procedimientos de búsqueda de información, diagnóstico e implementación del proyecto.
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• Hacer estudios objetivos y subjetivos (audición) para el diagnóstico comunitario.
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• Confeccionar un diseño participativo del plan comunitario.
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• Idear un sistema de documentación (que contemple reuniones, asambleas y comisiones comunitarias).
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• Diseñar e implementar evaluaciones institucionales, técnicas y comunitarias.
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Conclusión
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Las patologías psicosociales y los factores de inequidad y de exclusión generan daños individuales, familiares, institucionales y comunitarios, atacando la ecología social y descomponiendo la vida ciudadana, de ahí que se vuelvan un instrumento de alienación y de control de las sociedades.
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Además, estos elementos lesionan la esencia misma de la vida democrática, ya que dificultan la posibilidad de que el individuo se convierta en ciudadano, y en consecuencia promueven una apatía social que suplanta al “deseado” ciudadano activo y promotor del cambio y desarrollo comunitario.
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Hay un camino fecundo para luchar contra esta amenaza: la constitución de “redes” sociales en las que organismos públicos, privados y personas voluntarias se ocupen de revertir determinados aspectos deleznables de la realidad social. El objetivo es lograr que las ciudades conflictivas se conviertan, por la vía de prevención comunitaria y estructuración del trabajo solidario, en “ciudades protegidas”, donde las personas, las familias, los jóvenes o los grupos de la comunidad encuentren la oportunidad para construir un futuro de plenitud y salud integral.
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Debemos proponernos y exigir políticas saludables que respondan a las necesidades de la comunidad y en íntima interrelación con el conjunto de políticas sociales (tanto en relación con la vivienda, el empleo, la alimentación, como políticas educativas, sanitarias, etc.) reactualizando el clásico concepto de salud (O. M. S.) que la define no sólo como ausencia de enfermedad, sino como un estado de completo bienestar físico, mental, social, espiritual y que promueve el desarrollo de repertorios de competencias y activación de resiliencia para alcanzar metas saludables en la vida.
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La iniciativa de “Ciudades preventivas” desde la Universidad del Salvador –en articulación con organizaciones gubernamentales, ONGs y la participación de la población– responde a una demanda ciudadana que promueve movimientos de cambios saludables, solidarios y esperanzados en estos tiempos tan difíciles de nuestra humanidad. Como afirmó el escritor E. Sábato: “Solamente aquellos que sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo: recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.
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EL TEXTU FUE ENVIADO A LA ORDEN BONARIA, ".Asi mismo sabemos de su compromiso y participacion en los eventos que ha realizado la Universidad, para lo cual lo invitamos a difundir esta obra y a mantenernos en un fluida y productiva comunicación."

Atte.
Tecnico en prevencion de la Drogadependencia
Martin Barrientos
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