Es la rutina de la ocupación: cualquier noche los soldados israelíes pueden asaltar a placer cualquier casa en los territorios ocupados y hacer lo que les venga en gana. A veces la cosa termina en nada y es un registro inútil. A veces concluye con arrestos. Siempre produce terror y, a veces, incluso la muerte, como en el trágico caso de Maryam Ayad, de 60 años, que murió en el curso de un registro nocturno en el que los soldados israelíes no encontraron nada.
Nadie se detiene a pensar en el terror que esos registros siembran en el corazón de miles de niños, mujeres y ancianos palestinos. Nadie piensa en la despiadada y flagrante invasión de la intimidad de los pacíficos ciudadanos mientras duermen. Los palestinos, como todo el mundo sabe, nunca son "víctimas de trauma", eso solo vale para los judíos. Sucede todas, absolutamente todas las noches y a veces termina mal, muy mal.
Aunque un médico del ejército israelí dictaminó que Ayad murió de un ataque al corazón, no está claro cómo llegó a esa conclusión. Aunque la Oficina del Portavoz del ejército israelí declaró que no se produjo "exhibición de violencia" por parte de los soldados israelíes, la hija y la nuera de la mujer muerta, testigos presenciales del incidente, afirman que uno de los soldados la empujó. Al caer, Ayad se golpeó la cabeza contra el suelo y comenzó a sangrar a borbotones. A falta de una autopsia nadie puede establecer la causa de su muerte, ni el médico ni el portavoz del ejército israelí.
Sin embargo, podemos dar crédito a las mujeres de la familia cuando afirman que uno de los soldados israelíes efectivamente empujó a Ayad contra el murete de piedra de la entrada sin que la familia ejerciera ninguna violencia contra los invasores de su casa. Cualquier persona que empuja a una abuela de 60 años es responsable de su muerte, con independencia de las circunstancias. Cualquier persona que apruebe los registros nocturnos indiscriminados es responsable del acoso diario e intolerable a familias inocentes.
El camino que conduce a la casa de Ayad atraviesa montañas y desiertos. Antes de que los israelíes construyeran el muro que parte por la mitad la población de Abu Dis, bastaban unos pocos minutos para llegar en coche desde Jerusalén Oriental. Ahora hay que bajar al desierto, pasar Ma'aleh Adumim y Azariyah —un desvío aterrador— hasta llegar a la parte oriental de la ciudad en cuyo centro se alza el muro. Junto a la pared se halla el esqueleto del edificio del Parlamento palestino que se suponía iba a estar ubicado aquí, un silencioso recordatorio de las ilusiones del pasado.
Noche del sábado 20 de septiembre. Eran los últimos días de verano y Abed Ayad sacó un colchón al patio de hormigón y se acostó. Maryam, su esposa, sentada frente a él sobre el murete de hormigón situado a la entrada de la casa, jugaba con Yusuf, de cuatro años, uno de sus tres nietos. La casa tiene dos pisos. Abed y Maryam viven en la planta baja con su hija, estudiante universitaria. Su hijo y la familia de éste ocupan el piso de arriba.
El hijo estaba en Ramallah. Aproximadamente a las 9 p.m. su esposa, Nadia, subió las escaleras para acostar a dos de los niños. Abed es un fontanero en paro. Trabajó en Jerusalén toda su vida hasta que el muro israelí le cortó el acceso a la ciudad. Su conmoción por la muerte de su esposa es todavía evidente.
Pasadas las 10 p.m. Abed se despertó al oír un ruido de voces. Vio que un gran grupo de soldados armados y en uniforme, así como tres hombres enmascarados, habían entrado en el patio, el mismo patio donde ahora estamos sentados. Las descoloridas manchas de sangre de Maryam siguen siendo visibles en el suelo de cemento.
"¿Dónde están los estudiantes?", preguntó en árabe uno de los soldados. Los estudiantes de la Universidad Al Quds, con sede en Abu Dis, suelen alquilar habitaciones en muchas casas de la ciudad. En la planta baja de la casa de los Ayad y de las casas de sus vecinos se alojan los estudiantes que no pueden regresar fácilmente a casa por la noche a causa de los controles israelíes.
El soldado ordenó a Abed que entrara en la casa, encendiera las luces y sacara a todo el mundo afuera. Entonces los soldados entraron y comenzaron a registrar la casa. Abed dice que los soldados eran educados y se comportaban bien, con la excepción de los hombres enmascarados, que eran groseros. Maryam trató de persuadir a los soldados de que no subieran al piso de arriba: "Arriba hay niños durmiendo", les dijo, pero según Abed uno de los hombres enmascarados le replicó: "Vamos a matar a todo el que encontremos ahí".
Abed trató de explicar que no podían ir arriba, pues tal vez su nuera no estuviera vestida, y entonces los soldados dispararon dos tiros en el aire. Yusuf, aterrorizado, preguntó a su abuela: "¿Han venido a matarnos?". Maryam trató de calmarlo y le dijo que sólo buscaban ladrones. La familia dice que Maryam no parecía atemorizada o asustada. Abed fue arriba y le dijo a Nadia que bajara. Dejó a los dos niños más pequeños, Yassin, de tres años, y Mohammed, de dos años, durmiendo en sus camas.
Cuando llegó abajo Nadia vio a los soldados y a los hombres enmascarados, que se dirigieron a ella en árabe. Le dijeron que había alrededor de 20 soldados en el patio. Uno de ellos le preguntó por qué no había bajado a los niños y ella le explicó que estaban durmiendo. El soldado le dijo que matarían a todo el que se quedara dentro de la casa. Nadia pidió permiso para subir a traer a los niños al piso de abajo, pero los soldados le ordenaron que saliera al patio.
En el patio Nadia vio a su suegra sentada con Yusuf sobre el parapeto de piedra. La cuñada de Nadia, Hiba, la estudiante, se sentó frente a ella. Nadia se sentó con ellas y le pidió a su suegra que le contara lo que había sucedido. Maryam le dijo que los soldados buscaban a estudiantes. Hiba dice que uno de los hombres enmascarados estaba especialmente tenso y agresivo. Yusuf volvió a preguntar: "¿Han venido a matarnos?", y su madre trató de tranquilizarlo. Sólo han venido a detener a alguien, dijo.
Carteles recordatorios todavía cubren los barrotes de la ventana. Abed permanece absorto, la mirada fija en el suelo, su boca desdentada enmudecida. Los soldados les ordenaron subir al piso de arriba, allí donde los pequeños Mohammed y Yassin seguían durmiendo. Nadia dijo que Maryam se puso de pie y de nuevo intentó convencerles de que no subieran. A partir de ese momento todo sucedió de forma vertiginosa.
Nadia dice que uno de los soldados empujó a Maryam. La anciana cayó hacia atrás y quedó sentada sobre el bajo parapeto de piedra. A continuación, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás sobre el piso de hormigón, golpeándolo con la parte de atrás de su cuello. Nadia pensó que simplemente se había mareado y había perdido el equilibrio. Trató de levantarla, pero Maryam era demasiado pesada. Nadia roció agua sobre su cara. Dice que Maryam emitió una especie de gorgojeo y luego vio un charco de sangre bajo la cabeza de su suegra. Nadia comenzó a gritar pidiendo auxilio.
Abed, que estaba arriba, oyó gritar a su hija, "¡Han matado a mamá, han matado a mamá!". Descendió asustado y vio a su esposa yaciendo de espaldas en medio de un charco de su propia sangre.
Un médico del ejército trató de resucitar a Maryam. La familia le dijo que unos dos años antes Maryam había sido sometida a un cateterismo cardíaco en el Hospital Universitario de Hadassah en Ein Kerem, y que se hallaba bajo medicación pero se encontraba bien. Al rato el médico dijo que lo sentía pero que Maryam estaba muerta. La familia afirma que llamaron a un vecino que es médico pero que los israelíes no le permitieron acercarse. Igualmente prohibieron el acceso a una ambulancia a la que habían llamado. Los vecinos comenzaron a congregarse en el lugar. Una vez que el médico israelí certificó el fallecimiento de Maryam los soldados se marcharon. A la 1:30 a.m., tres horas y media después del comienzo del registro, Maryam fue enterrada en el cementerio de Abu Dis.
Esta semana el portavoz del ejército israelí ha declarado lo siguiente: "En el curso de una operación realizada por el ejército israelí en la noche del 21 de septiembre en Abu Dis, al sur de Belén, una mujer palestina de 60 años tropezó en las escaleras de su casa. Un médico del ejército israelí presente en el lugar intentó por espacio de media hora reanimarla, tras lo cual certificó su muerte. Durante el intento de reanimación los familiares de la mujer informaron al médico que la mujer tenía problemas cardíacos. Una exhaustiva investigación del incidente indica que no existe ninguna relación entre la muerte de la mujer y el operativo militar desarrollado en el lugar. La fuerza militar registró el recinto y cuando la mujer se cayó no se produjo contacto visual, físico o ningún tipo de acto violento entre los soldados y la mujer. El médico que certificó su muerte confirmó de forma fehaciente que la mujer sufrió un ataque al corazón, cayó por las escaleras y murió".
Un par de puntualizaciones a la respuesta de la oficina del portavoz del ejército israelí: Abu Dis no está al sur de Belén sino al norte. La mujer no se cayó en las escaleras sino en el murete de piedra del patio. Testigos presenciales afirman que un soldado la empujó; y es muy dudoso, como ya hemos señalado, que pueda determinarse con certeza la causa de la muerte.