Investigadores aseguran que una reserva cognitiva y la prevención de los factores de riesgo retardan la aparición de la enfermedad. Más del 50 % de la patología depende de aspectos modificables. Un mal que afecta a 400.000 personas en el país.
La clave en la lucha contra el mal de Alzheimer, que afecta a unas 400.000 personas en el país, se basa en la prevención, sustentada en hábitos y conductas que aseguren una buena reserva de las capacidades cognitivas. Es por eso que los expertos aseguran que la actividad intelectual puede ser la mejor vacuna contra el deterioro neurológico.
“Se especula con que entre el 30 y el 40% de la patología depende de la genética y
que entre el 50 y el 70%, del medio o de factores que son modificables”, señaló el neurólogo e investigador del Conicet, Ricardo Allegri.
En recientes estudios presentados en un congreso mundial en EE.UU. se descubrió que el trabajo de prevención de la patología debe llevar varios años. “Si una persona modifica el colesterol a los 70 años no tiene ninguna importancia; el cambio tiene que ser a los 30 o a los 40”, dijo Allegri.
Investigadores norteamericanos ponen a las características de la infancia como un factor que contribuye a la prevención, en especial lo relacionado con la educación y con la alimentación. Luego, recomiendan manejar los factores de riesgo vasculares -hipertensión, diabetes, colesterol- en la etapa media de la vida. Y en la tercera edad, se aconseja la gimnasia cerebral, es decir, conductas que contribuyan a que la persona se mantenga activa física e intelectualmente.
“Las modificaciones sobre cada uno de estos factores cambia el curso de la enfermedad, porque esta tiene una base orgánica que determina que aparezca el deterioro: la patología se ve en el cerebro años antes de que aparezcan los síntomas. Estos aparecen porque el cerebro no las puede compensar más y empiezan a aparecer las fallas”, indicó.
Incidencia en la población
Según el especialista, existe una reserva cognitiva que se forma en base al nivel intelectual de una persona, sumado a toda la actividad intelectual que haya hecho a lo largo de toda la vida y a la que continúe realizando en la tercera edad.
Esa reserva cognitiva es la que durante mucho tiempo permite que exista la enfermedad pero que no se exprese clínicamente. Cuando la reserva se agota aparecen los síntomas. Se estima que si se logra correr el comienzo clínico de la enfermedad cinco años, bajará en un 50 % la incidencia de la enfermedad para una generación. Si se corre 10 años, la prevalencia para la población baja el 75 %. Aun cuando no se lograra hallar la cura del mal, si se puede mejorar la reserva cognitiva se bajará la prevalencia poblacional de la afección.
El año pasado Allegri, junto a investigadores del Cemic, obtuvo el premio de la Academia Nacional de Medicina por un trabajo de seguimiento a lo largo de cinco años de una llamada “población en riesgo de demencia”, compuesta por unas 300 personas que sufrían olvidos pero que no tenían demencia ni Alzheimer.
Eran personas de más de 60 años y alrededor del 13 % cada año convertía su caso a demencia. A ese 13 % se lo tomó y se lo comparó con quienes no habían tenido demencia. Se analizaron todos los factores: edad, escolaridad, alimentación y ocupación, entre otros. El resultado de la investigación fue que las razones por las que una persona pasaba de un grupo a otro dependían de la reserva cognitiva, en más de la mitad de los casos.
“Una persona que no es intelectual, pero que es brillante desde lo práctico, al igual que los otros dos posee una reserva cognitiva”, aclaró Allegri.
Un alemán descubrió el mal
El viernes se celebra el Día Mundial del Alzheimer. La enfermedad es la demencia más frecuente en los ancianos, descripta por primera vez por el psiquiatra alemán Alois Alzheimer. Afecta el cerebro por el depósito anormal de diferentes sustancias y por la carencia de algunas sustancias químicas neurotransmisoras.
Aconsejan hacer crucigramas y resolver enigmas para tener la mente activa
Para tratar el Alzheimer se pueden usar drogas que apuntan a retrasar los déficit cognitivos, de comportamiento y funcionales y para impedir la muerte neuronal. Lo que se intenta con la medicación es que el deterioro sea más lento. No obstante, también se hacen tratamientos apuntados a la estimulación cognitiva.
El neurólogo Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro, indicó que la estimulación cognitiva apunta a mejorar la calidad de vida del paciente y de sus familiares, a promover la independencia en las actividades básicas y a retrasar la aparición de mayores trastornos cognitivos. “Están destinados a mantener y estimular las capacidades preservadas de la persona”, remarcó.
La estimulación cognitiva comprende talleres de memoria, o entrenamiento de los pacientes para usar claves y regularizar dónde dejan los objetos. Mantener la mente en forma y una reserva cognitiva tiene que ver con someter al cerebro a altos grados de cambio, desafíos y aprendizajes. Una buena manera es aprendiendo nuevas habilidades: hablar con gente nueva, conocer lugares, probar cosas que nunca se hicieron, escuchar música nueva. También se recomiendan otros ejercicios, como hacer crucigramas y resolver enigmas.
Otras técnicas ayudan a reducir la frecuencia de las conductas inapropiadas de los pacientes: dirigirse a la persona de manera amable, usar lenguaje no verbal, hablar lento, proporcionarle seguridad, reconocer sus preocupaciones, no ser autoritario y mantener las rutinas para evitar la desorientación.
Hay en desarrollo actualmente una vacuna que impediría la formación de las placas que causan el mal. “Probablemente en unos cinco años pueda estar disponible la vacuna”, señaló Manes, pero explicó que en una primera etapa de investigación los efectos adversos fueron significativos en los pacientes.
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Fr+Carlos Gustavo Lavado Roqué O.B.+J
Coronel de Alabarderos Comandante Principal (R).
Embajador Cultural de la Royal and Imperial House of Orient
Prior General de la Argentina
La clave en la lucha contra el mal de Alzheimer, que afecta a unas 400.000 personas en el país, se basa en la prevención, sustentada en hábitos y conductas que aseguren una buena reserva de las capacidades cognitivas. Es por eso que los expertos aseguran que la actividad intelectual puede ser la mejor vacuna contra el deterioro neurológico.
“Se especula con que entre el 30 y el 40% de la patología depende de la genética y
que entre el 50 y el 70%, del medio o de factores que son modificables”, señaló el neurólogo e investigador del Conicet, Ricardo Allegri.En recientes estudios presentados en un congreso mundial en EE.UU. se descubrió que el trabajo de prevención de la patología debe llevar varios años. “Si una persona modifica el colesterol a los 70 años no tiene ninguna importancia; el cambio tiene que ser a los 30 o a los 40”, dijo Allegri.
Investigadores norteamericanos ponen a las características de la infancia como un factor que contribuye a la prevención, en especial lo relacionado con la educación y con la alimentación. Luego, recomiendan manejar los factores de riesgo vasculares -hipertensión, diabetes, colesterol- en la etapa media de la vida. Y en la tercera edad, se aconseja la gimnasia cerebral, es decir, conductas que contribuyan a que la persona se mantenga activa física e intelectualmente.
“Las modificaciones sobre cada uno de estos factores cambia el curso de la enfermedad, porque esta tiene una base orgánica que determina que aparezca el deterioro: la patología se ve en el cerebro años antes de que aparezcan los síntomas. Estos aparecen porque el cerebro no las puede compensar más y empiezan a aparecer las fallas”, indicó.
Incidencia en la población
Según el especialista, existe una reserva cognitiva que se forma en base al nivel intelectual de una persona, sumado a toda la actividad intelectual que haya hecho a lo largo de toda la vida y a la que continúe realizando en la tercera edad.
Esa reserva cognitiva es la que durante mucho tiempo permite que exista la enfermedad pero que no se exprese clínicamente. Cuando la reserva se agota aparecen los síntomas. Se estima que si se logra correr el comienzo clínico de la enfermedad cinco años, bajará en un 50 % la incidencia de la enfermedad para una generación. Si se corre 10 años, la prevalencia para la población baja el 75 %. Aun cuando no se lograra hallar la cura del mal, si se puede mejorar la reserva cognitiva se bajará la prevalencia poblacional de la afección.
El año pasado Allegri, junto a investigadores del Cemic, obtuvo el premio de la Academia Nacional de Medicina por un trabajo de seguimiento a lo largo de cinco años de una llamada “población en riesgo de demencia”, compuesta por unas 300 personas que sufrían olvidos pero que no tenían demencia ni Alzheimer.
Eran personas de más de 60 años y alrededor del 13 % cada año convertía su caso a demencia. A ese 13 % se lo tomó y se lo comparó con quienes no habían tenido demencia. Se analizaron todos los factores: edad, escolaridad, alimentación y ocupación, entre otros. El resultado de la investigación fue que las razones por las que una persona pasaba de un grupo a otro dependían de la reserva cognitiva, en más de la mitad de los casos.
“Una persona que no es intelectual, pero que es brillante desde lo práctico, al igual que los otros dos posee una reserva cognitiva”, aclaró Allegri.
Un alemán descubrió el mal
El viernes se celebra el Día Mundial del Alzheimer. La enfermedad es la demencia más frecuente en los ancianos, descripta por primera vez por el psiquiatra alemán Alois Alzheimer. Afecta el cerebro por el depósito anormal de diferentes sustancias y por la carencia de algunas sustancias químicas neurotransmisoras.
Aconsejan hacer crucigramas y resolver enigmas para tener la mente activa
Para tratar el Alzheimer se pueden usar drogas que apuntan a retrasar los déficit cognitivos, de comportamiento y funcionales y para impedir la muerte neuronal. Lo que se intenta con la medicación es que el deterioro sea más lento. No obstante, también se hacen tratamientos apuntados a la estimulación cognitiva.
El neurólogo Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro, indicó que la estimulación cognitiva apunta a mejorar la calidad de vida del paciente y de sus familiares, a promover la independencia en las actividades básicas y a retrasar la aparición de mayores trastornos cognitivos. “Están destinados a mantener y estimular las capacidades preservadas de la persona”, remarcó.
La estimulación cognitiva comprende talleres de memoria, o entrenamiento de los pacientes para usar claves y regularizar dónde dejan los objetos. Mantener la mente en forma y una reserva cognitiva tiene que ver con someter al cerebro a altos grados de cambio, desafíos y aprendizajes. Una buena manera es aprendiendo nuevas habilidades: hablar con gente nueva, conocer lugares, probar cosas que nunca se hicieron, escuchar música nueva. También se recomiendan otros ejercicios, como hacer crucigramas y resolver enigmas.
Otras técnicas ayudan a reducir la frecuencia de las conductas inapropiadas de los pacientes: dirigirse a la persona de manera amable, usar lenguaje no verbal, hablar lento, proporcionarle seguridad, reconocer sus preocupaciones, no ser autoritario y mantener las rutinas para evitar la desorientación.
Hay en desarrollo actualmente una vacuna que impediría la formación de las placas que causan el mal. “Probablemente en unos cinco años pueda estar disponible la vacuna”, señaló Manes, pero explicó que en una primera etapa de investigación los efectos adversos fueron significativos en los pacientes.
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Fr+Carlos Gustavo Lavado Roqué O.B.+J
Coronel de Alabarderos Comandante Principal (R).
Embajador Cultural de la Royal and Imperial House of Orient
Prior General de la Argentina
