Monday, July 02, 2007

El mapa siniestro de la explotación

Por: Elena Luz González Bazán (especial para ARGENPRESS.info)
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No hay cifras oficiales sobre los trabajadores infantiles, por el contrario, el relevamiento oficial es parcial. Se aglomeran personitas y adolescentes trabajadores sin la menor preocupación, por parte del Estado, por este flagelo que sufren los más desvalidos.
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Este relevamiento muestra, el oficial, cifras muy alejadas del verdadero escenario, de todas formas entregamos, en el caso de los trabajadores infantiles rurales, una lamentable e incierta situación económica y social.
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Trabajo en el campo
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La CONAETI (Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil) presentó un informe el pasado 12 de junio, el Día Mundial o Internacional contra el Trabajo Infantil. En este informe, a grandes pinceladas, para comenzar, muestra que las provincias de Misiones, Mendoza, Chaco y Tucumán presentan la mayor cantidad de niños y niñas que trabajan en los cultivos, cosechas de las más variadas, además de tareas estacionales y domésticas.
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Estas son zonas de tabaco, yerba mate, algodón, cítricos, té hortalizas, arroz, frutas, soja, maíz, trigo, caña de azúcar, vid y aromáticas.
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Los chicos trabajadores del campo que tienen entre 5 y 13 años lo hacen levantando frutas, verduras, cultivando y soportando la explotación en las plantaciones, si bien lo hacen al lado de sus familias, con sus padres y hermanos mayores, este 8 por ciento, según las estadísticas, sumado a otro 35,5 por ciento entre 14 y 17 años, presentan otra realidad incontrastable, uno de cada 10 chicos de 5 a 13 años abandona la escuela, en la franja de 14 a 17 años, más de 6 de cada 10 chicos lo hace también.
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Esto implica, lisa y llanamente, que el 10 por ciento abandona la escuela entre la franja de niños más pequeños y el 62 por ciento entre la franja de 14 a 17 años; según los datos de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) que se hizo a finales del 2004. A esto se debe agregar que la repitencia se duplica cuando se hace la comparación entre niños trabajadores y no trabajadores.
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Aún en nuestro país no hay una muestra del trabajo infantil en las zonas rurales, lo que se hizo desde el 2004 es un rastreo de trabajo infantil en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta Jujuy, Tucumán, Formosa y Chaco, por parte del Ministerio de Trabajo.
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Estas cifras arrojan que estos niños y adolescentes representan la mitad de la población total del país de esta franja etarra entre 5 y 17 años. Este mismo estudio sostiene que el 6,5 por ciento del total de los niños entre 5 y 13 trabajan en las áreas rurales y urbanas y el 20 por ciento entre los 14 y 17 años en ambos contextos urbanos y rurales: 193.095 y 263.112, respectivamente.
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Otro tipo de cálculo, en base a los datos del INDEC, nos probaría otra situación laboral de los niños, niñas y adolescentes, y es considerando la proyección poblacional en las zonas rurales, que indica que en la franja poblacional de los 4 a 17 años hay 155.000 chicos entre 4-13 años, sólo en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa y Chaco, que trabajan. Mientras, los adolescentes, que también lo hacen en esta área: son más de 272.000 (el 35% de los que viven en el campo). Estas cifras son más reales y se aproximan a lo que sostiene la UATRE, más de 300.000 niños, niñas y adolescentes.
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Por otro lado, la falta de monitoreo de la explotación infantil es palmaria. Demuestra la falta de políticas sobre la niñez y adolescencia, este es el signo negativo de una política que dice que busca la erradicación total del trabajo infantil, fundamento que parece quedar en los discursos.
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Pero como sostenemos más arriba, para el campo, el porcentaje de trabajadores infantiles es del 8 por ciento entre 5 y 13 años, cifra que podemos ampliar si constatamos que los niños y niñas comienzan a realizar tareas laborales desde los 4 años y antes, y en el caso de la franja entre 14 y 17 años, la cifra de trabajo infantil, en las áreas rurales, es del 35,5 por ciento.
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Tareas que desarrollan los niños, niñas y adolescentes: Minería, construcción y tareas agrícolas.
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Estas son las actividades más riesgosas, porque los niños manipulan pesticidas, herbicidas y plaguicidas además de las herramientas y maquinaria que utilizan en las tareas agrícolas. En la construcción, los lugares de peligro son diversificados.
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En las tareas mineras, los niños y adolescentes deben introducirse en los socavones, soportar el trabajo insalubre y la manipulación con explosivos. Este círculo siniestro cierra con la falta de seguridad laboral, el elemento esencial para la súper explotación de la niñez y la perduración indiscutible del trabajador infantil.
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Estas son tareas donde ponen en riesgo su integridad física y psíquica, asimismo las largas y extenuantes jornadas de trabajo, con las temperaturas sumamente elevadas o de frío extremo conforman el cuadro de brutal injusticia de la mano de obra infantil, que no merece grandes titulares, coberturas especiales o editoriales en los grandes medios de comunicación. No son atractivos como los bailes bufones de la farándula, ni las casas diabólicas de la mediocridad nacional.
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Esta es la cultura chabacana de quienes bailan en un caño o se sumergen en una casa. Todo vale, y se dice habitualmente, que somos un país generoso. Lo digo con mucha fuerza, que se hagan cargo quienes son público de este fantoche.
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Esta realidad aplastante y que convoca para esta fecha a las organizaciones estatales para afirmar sobre la erradicación del trabajo infantil se da de bruces con la propia realidad. En el mundo hay 132 millones de niños y niñas entre 5 y 14 años que trabajan en el campo, pero en la Argentina, vale reiterarlo, no hay estadísticas, cifras sobre el trabajo infantil rural…
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Los cañaverales y el sol santiagueño…
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El frío, la helada, el hacha y la caña de azúcar… la escarcha les cala los huesos, sube desde los pies y se aguantan la noche hasta que completan las carradas de caña…
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El sol santiagueño los expone al cansancio de un campo repleto de algodón, donde el niño junta capullos…
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Niños trabajando
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Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Mendoza y el Gran Buenos Aires, allí según estadísticas del 2004 residían unos 4,3 millones de chicos entre 5 y 18 años que es casi la mitad de la población total de esa franja etaria. Las cifras suministradas comprueban que, sobre todo, en el campo, la designada informalidad es el contexto laboral común y permanente.
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Un párrafo para lo que se denomina economía informal, hay que destacar que este tipo de situación o contexto económico obliga a millones de personas, de trabajadores de todas las edades y sexo a laborar en condiciones sobre explotadoras, sin jornadas estipuladas de trabajo, con salarios en negro, sin ningún reconocimiento de cargas sociales, sin descanso, con el agregado de vivir en lugares siniestros y en el caso del campo, comprar, como en el mejor tiempo de los almacenes de ramos generales de los patrones, a precios más caros, bonos, vales y no dinero y un condicionamiento ejemplarizador: la falta de libertad…
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Estas condiciones son las que existen en la actualidad, por ende, cuando se habla de trabajo informal o economía informal estamos refiriéndonos a la súper explotación de la mano de obra, generadora de riquezas, donde se encuentran nuestros niños.
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Los niños y niñas que trabajan, en este caso, en el campo argentino, generan bienes y servicios para el mercado y para el autoconsumo personal y familiar, asimismo, realizan actividades domésticas agudas, extenuantes. Como en las zonas urbanas cuidan de los hermanos menores y desarrollan tareas variadas en los hogares.
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Esta situación social y atípica para sus edades generan un impacto sobrecogedor sobre su propia existencia infantil: como la educación formal, las condiciones de salud, el desarrollo psico-físico, la alimentación y su existencia como niños. Las estadísticas y el muestreo, en estos casos, es incompleto, así como el mapa del trabajo infantil en el campo.
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Volviendo a la escuela, la repitencia, la edad no acorde, o sobre edad, el abandono, las inasistencias, el dormirse en medio de la clase, el agotamiento, la falta de incentivos, todo esto concurre para que los niños del campo no tengan o no estén lo suficientemente alfabetizados. Ya no se trata de saber leer o escribir a medias, son las condiciones palmarias del trabajo infantil, que no sólo no se erradica, sino que se profundiza.
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En el caso de las escuelas son precarias, muchas de ellas rurales, sin calefacción para mitigar el frío, con techos de paja, cocinas precarias, soportando las altas temperaturas, sin elementos esenciales para estudiar, con la falta de mobiliario acorde, sin útiles, desplazándose por largas distancias para concurrir a la escuela.
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Según la UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), hay más de 300.000 niños que trabajan en el campo argentino.
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La mano de obra infantil es un condicionante de las políticas siniestras de este sistema, que construye una pirámide invertida de redistribución, en la que el 60 por ciento de la riqueza quede en un puñado de algo más de 2 millones de personas. Mientras un conjunto de 20 millones de pobres e indigentes recogen las migajas que les arrojan y el resto de la población un 30 por ciento de la riqueza.
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Fuentes: OIT, UATRE, FAO, CONAETI, UNICEF, ONU, Misiones On line, Primera Fuente, La Nación, Jujuy al día, La Voz del Interior, Haydée Dessal, Fuentes Propias.

Fuente: Argenpress.info

Gentileza de Humberto Carmelo Spuches para NOTIAR